Alicia Couselo
Enviado por otromadrid.org | 06/02/08 - 09:22
Un debate recurrente en los grupos anticapitalistas es por qué motivo importantes sectores del feminismo no permiten la participación de hombres en sus colectivos. Debido a la necesidad que hoy en día tiene cualquier organización política o sindical, de reconocer la legitimidad de la lucha de las mujeres, los discursos y programas suelen incluir algún apartado dedicado a “la mujer”, y se crean colectivos de mujeres que a lo primero que tienen que hacer frente, es a la etiqueta de “anti-hombres” asignado al movimiento feminista, en un evidente desconocimiento de su historia, teoría y práctica política.
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Los colectivos feministas anticapitalistas son los que más problemas encuentran a la hora de constituirse como tales. Uno de los motivos es el peso que han tenido algunos teóricos marxistas en las luchas de emancipación de los siglos XIX y XX y que hasta ahora en general no han podido ser superados, a pesar de los intentos realizados desde el postmodernismo. El análisis económico y la lucha de clases como “contradicción principal” a la que deben subordinarse todas las demás, ha pospuesto históricamente las reivindicaciones de las mujeres para después de la toma del poder y la revolución. Sin embargo, en los casos en que el poder finalmente se consiguió, la desigualdad entre hombres y mujeres siguió persistiendo, a pesar de las buenas intenciones de legislaciones francamente progresistas, como en el caso de la revolución rusa y la cubana.
Y es que la teoría no siempre coincide con la práctica. La experiencia de las mujeres en las luchas revolucionarias de los años 60 y 70, las obligó a desarrollar la teoría del patriarcado como sistema jerárquico de explotación sexual de las mujeres, distinto del capitalismo y que funciona de forma transversal entre las clases y etnias. El sexismo y la división sexual del trabajo y la primacía del espacio público sobre el privado vigente en las organizaciones presuntamente revolucionarias, hizo que muchas militantes comprometidas comprendieran la necesidad de organizarse independientemente de los varones, en el convencimiento de que sólo la unión de las mujeres en colectivos feministas podía llevar a cabo una lucha consecuente contra el patriarcado, que tarde o temprano beneficiaría a toda la humanidad.
En la actualidad no es difícil encontrarnos con hombres que han incorporado el lenguaje no sexista, que se solidarizan, sobre todo teóricamente, con la queja de las mujeres respecto de la doble jornada y hasta reconocen la validez teórica del patriarcado. Pero lo cierto es que si las mujeres no tenemos claros nuestros intereses, difícilmente conseguiremos que los hombres los incorporen a la lucha general. Ser el rey de la creación da mucha satisfacción y vivir rodeado de madres, hermanas y compañeras pendientes de los más mínimos deseos masculinos, otorga a los hombres unos beneficios de los que es difícil desprenderse, sobre todo cuando no se está obligado a ello.
Y nosotras ¿qué papel desempeñamos? En primer lugar las mujeres solemos ser minoría en los colectivos anticapitalistas mixtos. En general, el valor de muchas mujeres militantes radica en que somos “las compañeras de” y nos sentimos cómodas en el papel de administradoras. A la hora de las diferencias políticas que surgen tarde o temprano, las mujeres solemos priorizar nuestra relación familiar y de pareja y difícilmente defendamos nuestras posiciones si ello puede conducir a una pelea doméstica. Solamente cuando reconocemos las contradicciones de género y empezamos a debatir con grupos de mujeres feministas, tomamos conciencia de multitud de cuestiones que nos habían estado haciendo sentir desvalorizadas y frustradas, tanto en la vida política como en la privada.
La descripción que en los años 80 hacia el grupo mexicano La Revuelta, explica muy bien la necesidad de tenemos las mujeres de hacer política desde grupos feministas autónomos:
"Crearse un espacio propio, un espacio no sólo físico, sino histórico, social, psicológico. Un espacio en el que no se dependa de la aprobación o desaprobación masculina, en el que no sean sujetas de esa imposición, un espacio en el que los hombres no les digan continuamente qué es lo que tienen que hacer y cómo"(...) "Dentro de los partidos políticos de izquierda que hacen esfuerzos para acercarse a la problemática de las mujeres…nunca se llegan a ver en su totalidad las perspectivas de cambio social que proponen las feministas (…) No es solamente una despenalización del aborto a lo que aspiramos, sino a un reconocimiento real de nuestro derecho a vivir como queramos nuestro cuerpo y nuestra sexualidad. Cuando hablamos de discriminación en las condiciones de trabajo, nuestra visión no se detiene en la igualdad de salarios o en la apertura de las fuentes de trabajo, pensamos más bien en el rompimiento del pensamiento patriarcal de lo femenino que se traduce en actitudes de discriminación: puesta en duda de las capacidades, falta de confianza, etc.”, (citado por Amalia E Fischer en “Los complejos caminos de la autonomía”).
Es solamente en los espacios autónomos que las mujeres nos sentimos libres de plantear nuestras dudas y llevar a cabo luchas antipatriarcales específicas. Es desde estos espacios que podemos analizar la relación entre la explotación patriarcal y la capitalista e impulsar propuestas innovadoras que incluyan ambos aspectos. La prostitución, el trabajo doméstico asalariado, el salario del ama de casa o el acoso laboral, son algunos ejemplos de asuntos nítidamente atravesados por el patriarcado y el capitalismo y que requieren respuestas innovadoras.
No obstante, los hombres pueden hacer mucho por el feminismo, aunque no estén incorporados a los colectivos de mujeres. En la ponencia presentada en la Jornadas sobre la condición masculina, organizadas por el colectivo de Hombres por la Igualdad, Ana de Miguel hablaba sobre el papel de los varones en la lucha feminista:
“¿Las mujeres y los hombres, confrontación, alianza o diálogo? Pues yo diría que son necesarias las tres cosas. Las alianzas sobre todo en reivindicaciones puntuales, todas las que se quieran. Si estamos a favor de reivindicaciones concretas hombres y mujeres, tenemos que entablar alianzas para defenderlas. Diálogo, todo el que se pueda. Y este foro me parece que es la prueba de ello. Nosotras llevamos años investigando cómo se reproduce la desigualdad sexual en los tiempos de la igualdad formal que son los nuestros. No es fácil verlo, hay que investigarlo, y los hombres en general tienen un punto de vista que no es tan privilegiado como el de las mujeres, porque las oprimidas siempre tienen un punto de vista privilegiado, porque ha absorbido la visión dominante del mundo que es la de los varones, y sin embargo también comienzan a construir la suya propia como oprimidas, y entonces tienen las dos. Además suscribo plenamente la idea de que para los hombres, al menos para muchos de los que aquí están, el patriarcado también es opresivo, por lo que también pueden desarrollar un punto de vista epistemológico privilegiado, y entonces enriquecer este diálogo.
En la esfera de lo privado creo que ha llegado el momento de la confrontación. Porque es en la esfera de lo privado y de lo doméstico donde hoy las mujeres nos tenemos que plantar frente a los compañeros varones y exigirles reciprocidad en la jornada interminable y hasta ahora invisible y que tan generosamente nos habían cedido entera para nosotras. Desde el feminismo y con el apoyo colectivo de todas las mujeres y cuantos más hombres mejor, esa lucha al fin la tiene que librar y ganar cada mujer individual. Y sin miedo a desarrollar conflictos por una causa tan justa como ésta, en que lo personal es político, y cuando una mujer se resiste a la subordinación y consigue cambiar una relación personal, está cambiando toda la sociedad.”
Por todo esto y muchas cosas más, la lucha de las mujeres tiene que ser feminista, debe incorporar la perspectiva de género a todos los ámbitos en los que se encuentre y debe ser llevada a cabo por las mujeres. Nadie más lo hará en nuestro lugar.